domingo, 25 de octubre de 2015

CUANDO EL DOLOR ES MUY GRANDE

                   CUANDO EL DOLOR ES MUY GRANDE
Saludos querido amigo, querida amiga. Espero que hayás leído mis anteriores publicaciones (si no los has hecho, te invita a que las leás después de ésta, te aseguro que te levantarán el ánimo). Si ya las has leído, y te parecen poco serias o vacuas, podría ser por dos razones. La primera, porque no pretendo coincidir con la forma de pensar de todo mundo, sería algo imposible, y si este es tu caso, pues, ¡ánimo!, teneme un poco de misericordia y seguí leyéndome, talvez en una de tantas convergemos. La segunda, porque has pasado o estás pasando por situaciones o realidades de mucho dolor y sufrimiento, y, por tanto, los argumentos de las anteriores entregas te suenan inconsistentes, vacías, a nada y vacío. Eso lo explicaría todo. Una persona que vive un trago amarguísimo de dolor físico, familiar, personal, moral, etc., no puede leer mis reflexiones anteriores y sacar una luz de ellas. Lo entiendo. Por eso te invito a lo siguiente: esta reflexión la dirijo para vos de forma exclusiva, quedate un rato conmigo y leela detenidamente. No te prometo ni aseguro que hallarás la solución de tu gigantesco problema, no te voy a mentir y a herirte más de lo que ya estás. Pero sí te digo que, después de terminar mi lectura, habrás pasado por un pequeño oasis, por un momento de refrigerio en medio del calor de tu día, y eso... ya es lago, y, quizá, encontrés una pequeñita luz en medio de la oscuridad que estés pasando. Sí debo aclarte una cosa: tendré que ser duro en mis expresiones y muy directo. Eso no se debe interpretar como pesimismo o negativismo, sino como realismo y sinceridad. Al final te llevaré a donde pretendo, y entenderás mejor lo que acabo de decir.
Si hay una realidad con la que los seres humanos nacemos es con la del dolor y el sufrimiento. Puede sonar chocante, pero es la verdad. Los periódicos lo confirman, los telediarios lo confirman, tu vida lo confirma. Ese dolor tiene dos posibles causas o fuentes: una exógena (fuera de) y una endógena (dentro de). La primera se da por razones que están fuera de nosotros, de nuestra responsabilidad y culpa, de nuestro absoluto control, fuera en todos los sentidos aplicables a la palabra "fuera". Por ejemplo: hoy te despidieron por recorte de personal, el tipo se saltó la luz roja y te dio de lado matando a tu acompañante, murió de cancer tu padre, tu madre o un hijo, una bala perdida te impactó en la espalda, te han dado el diagnóstico de una enfermedad mortal, incurable, un demente o fanático entró a la escuela donde laborás y mató a un grupo de estudiante a tu cargo y te amputó un brazo de un solo disparo... Podría seguir con la lista, pero sé que has entendido bien. La segunda se da por razones donde medió, en poca, media o gran medida, nuestro concurso o participación, es decir, y aunque suene duro por el momento que podrías estar pasando, que se debe a nuestra responsabilidad, a nuestras acciones libres y, por los resultados, mal tomadas. Por ejemplo: dejaste a tu esposa o esposo por la aventura que tiene menos años que vos, fuiste un irresponsable en tu trabajo y hoy te despidieron, fumaste desde tu adolescencia y el enfisema te tiene con los dos pies en la acera del cementerio, derrochás indiscriminadamente tus recursos económicos y hoy pasa tu familia serios apuros, no has llevado bien tu vida sexual y hoy te dicen que tenés SIDA. Podría continuar, pero creo que no es necesario.
Ahora bien, ante ese panorama, ¿en cuál grupo te ubicás?, y ¿qué podríamos decir? El asunto es complicado y espeso, lo sé. Si pertenecés al grupo de causas endógenas te diré que, indistíntamente cuál sea tu caso concreto, lo primero que debés hacer es parar en seco, terminar con la situación en la que montaste cabeza y que te tiene de cabeza. Me dirás: "¡Suena fácil, como no! ¡Simplón, como no sos vos!" De acuerdo, pero ¿qué querés entonces escuchar? Un aplauso jamás, y un "ni modo, seguí en lo mismo, que al fin y al cabo así es la vida" ¡ni en tus sueños! Yo no puedo aprobar las irresponsabilidades que te llevaron al dolor y sufrimiento que estás viviendo hoy, y la única solución es aceptar tu grado de culpa, reconocer, con valentía y sinceridad, que te equivocaste y detener la situación. Si no te es posible por vos mismo, entonces a buscar ayuda, pedir auxilio, bajar la guardia y ese monumental orgullo que te tiene entregado al cepo de tu situación voluntariamente buscada. Parar, detener, salirse, ¿¡está claro!? Viendo hacia el otro lado de la acera, si pertenecés al grupo de causas exógenas te diré que, indistíntamente cuál sea tu caso concreto, la situación por la que estás pasando no tiene la última palabra, porque corrés un peligro doble: por un lado, pensar que todo llegó a su fin, que hasta aquí terminó la vida, que no hay nada más que esperar; y por otro lado, caer en la autocompasión, con una actitud victimista que te está hundiendo en un lago inmenso llamado desesperanza. Sé muy bien que las situaciones como las tuyas no son fáciles, no soy un tipo salido del planeta, con los ojos en blanco, enajenado de la realidad de la vida. Ve vos a decirle a una muchacha que fue salvajemente violada entre varios sujetos que sea feliz, o un padre que le devuelven a su hijo muerto, asesinado por los que lo raptaron... No se diga más. Pero, y aquí está la palanca que deseo meter, si estás leyendo este artículo, si lo has seguido hasta esta altura y no lo has desechado como palabrería barata, es que lo que te he dicho encuentra un eco en lo profundo de tu mente, de tu vida emotiva, de tu alma y de tu corazón. Y aquí viene lo mejor.
Talvez lo que te diga ahora no haga la gran diferencia, quizá no sea la solución cumbre que te saque de tu dolor y sufrimiento de manera total e inmediata, que mis palabras no sean el "plus ultra" de la vida, de tu vida. Pero, querido amigo, querida amiga, NO DESFALLEZCÁS, NO ENTRÉS EN EL ATAUD ANTES DE TIEMPO. Tu dolor es terrible, lo sé, por eso he escrito esta entrada. Y, posiblemente, la solución de tu dolor, el fin de tu mal, no esté a la vuelta de la esquina, y tarde aún en venir y aliviarte por completo. Sin embargo, querido amigo, querida amiga, LLEGARÁ. No naciste para vivir en la derrota y el vencimiento. Me dirás: "Pero, me dicen que voy a morir, que me quedan tres meses, de los cuales dos los estoy ya pasando en el hospital, ¿cómo me decís que la solución de mi dolor llegará? ¿Es que me estás viendo la cara, burlándote de mí?" Ni en ese caso extremo deberías entregarte al derrotismo. La solución la tendrías en la paz que te llega de poder dejar en tus seres queridos las palabras y sentimientos más profundos de amor y sinceridad, y de no dejar situaciones sin resolver, saen las que sean (te recomiendo leer mi entrada "NOVENTA DÍAS TIENE LUZ MARINA").
Todo en la vida pasa, y más si nos aplicamos a encontrar la solución. Ahora estás metido en el aire viciado de tu sufrimiento. Ya pasará. Vos sos un ser valioso, una persona que puede dar mucho más de lo que has dado. Lo que te pasa o pasó NO PUEDE DEFINIR LO QUE SOS NI DETERMINAR EL RESTO DE TU VIDA. Si fue tu culpa, ¡A LEVANTARSE!, no serás el único que se equvoque en esta vida. Si no lo buscaste y te llegó solo, sin pedirlo, ¡A LEVANTAR LA CABEZA, CERRAR LOS PUÑOS Y DARLE DE GOLPES PARA QUE TE SUELTE! Tenés dignidad, sos una persona digna, y TENÉS EL DERECHO DE SER FELIZ, nadie te lo puede negar, ni siquiera tus situaciones de dolor y sufrimiento. NO TE ENTREGUÉS A ELLAS, pues, en el momento en que lo hagás, caerás en algo peor al dolor mismo: LA MUERTE DE TU SER. Lo terrible no es sufrir, es la menera como encarás el sufrimiento. Si querés, podés buscar y encontrarás casos de personas con limitaciones permanentes y visibles, las cuales no se entregaron a ellas, las enfrentaron y las vencieron. Y estas personas no fueron mejor que vos, ni tuvieron dotes especiales ni superpoderes, ni, en algunos casos, alguien que les ayudara. ¿Entonces? Algo dentro de ellas se les despertó, dándoles una bofetada para sacarlas del estupor, y les dijo: "¡Ya, llorón, dejá de moquear! ¡Seguí viviendo, reclamá tu lugar bajo el sol!" No es retórica barata, no es, tampoco, imposible. Si ellos pudieron, ¿por qué vos no?, ¿qué tienen ellos que vos no tengás?
Es hora de que reflexionés. Podría aportarte más ideas, más frases, pero te embotaría la mente y el alma, y ese no es mi fin, sino todo lo contrario. Ahora te toca volver a tu solitariedad (que no es lo mismo a "soledad", la diferencia está en que la soledad nos aisla de todo y de todos, y la "solitariedad" es nuestro espacio interior, íntimo, donde nos encontramos con nosotros mismos, donde tomamos nuestras más profundas y vitales decisiones). Y antes de despedirme, deseo darte una palabra final: hoy puede ser el inicio de tu recuperación, la fecha que marque un antes y un después en tu vida, así como me pasó a mí. No te he hablado con palabras huecas. Yo pasé por dolor y sufrimiento, y pude salir, pidiendo ayuda (y sigo en mi recuperación). Si yo he dado pasos para tener una vida feliz, y no soy mejor que el resto de las personas de la Tierra, ¿por qué vos no vas a poder?

viernes, 18 de septiembre de 2015

FRAGMENTO DE MI NOVELA INÉDITA DE CIENCIA FICCIÓN "VERA TERRUM"

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FRAGMENTO DE MI NOVELA INÉDITA DE CIENCIA FICCIÓN "VERA TERRUM"

"... Faltando segundos para las nueve se encendieron las luces de un escenario pequeño pero ostentoso en decoración. Unas cortinas al fondo se movieron, y por ellas salió el hermano Reyes de Marco. Música, vítores y aplausos le recibieron como si se tratara de la entrada triunfal de un ejército. La ovación no concluía, y César Alicantte saboreó el triunfo de sus mentiras ocultándolas detrás de una sonrisa, una sonrisa que para los presentes significaba agradecimiento y empatía, pero que para él era de burla, la burla más cínica que jamás creyó tener.
   César dejó que la multitud descargara sus emociones. Luego levantó la mano y obtuvo silencio. Al instante todo quedó como si ni un alma estuviera. César corrió su mirada para abarcar el panorama. Se acercó al micrófono y comenzó su discurso de inauguración:
-No hace mucho nacimos en medio de la mirada escéptica y hasta irreverente de no pocos. La verdad siempre deslumbra a aquéllos que no están bien dispuestos-un aplauso sancionó sus palabras. Luego continuó-: La verdad ha sido el caballo de batalla sobre el cual nosotros, y no sólo el hermano Reyes de Marco, hemos montado para llevar mensajes que han dado luz a las vidas sin sentido de muchos por todas partes. –Un nuevo aplauso, más entusiasta al anterior, le dejó en silencio por varios segundos. Al acabar, sintió los bríos de un político en plena campaña-. Nuestros detractores han tratado de enlodar los mensajes que los seres estelares, como hasta ahora se han denominado, dejaron en las manos de este su indigno instrumento. Pero no lo han logrado, ¿por qué? Porque la verdad está en ellos, y la verdad, probada por todos ustedes, es pesada, tan pesada que no pueden quitársela de encima.
   Aplausos, frases al grito mezcladas entre sí y todo tipo de gestos aprobatorios inundaron el aire fresco del cerro. César Alicantte no podía sentirse más emocionado. Sin embargo, en medio de ese frenesí colectivo, tuvo un pensamiento a quemarropa que le sorprendió: ¿cuánto tiempo duraría su gloria y cómo podría eternizarla? Lo atontó concentrándose en las expresiones alocadas de la concurrencia. Esta vez tardaron más en terminar, y al hermano Reyes de Marco no parecía incomodarle.
-Cuando otros-dijo al haber silencio-aterraban con catástrofes, ellos, los seres estelares, nos llamaban a la calma. Cuando otros despojaban a sus seguidores de los bienes, nosotros no mencionábamos siquiera la palabra “dinero”. Pero sí mencionamos la palabra “paz”, la palabra “fe”, la palabra “armonía”. Tampoco-y elevó la voz con énfasis-dimos mensajes facilistas, ¡nunca! Los seres estelares no son, en ninguna medida, enajenados o enajenadores. –Nuevas ovaciones le animaron a seguir-. La suerte de nuestra raza, ésa que ellos desean orientar, no va a ser el fruto de acciones que los seres estelares van a llevar a cabo con trucos de películas de ciencia ficción, para nada. Va a ser el resultado de nuestras propias manos, el esfuerzo de los puños, regado con el sudor, no ya sólo de la frente, sino de todo el cuerpo.
   César permitió el barullo consecuente. Vio con regocijo como los participantes del 2do. Congreso de la Fundación Frates Terrae Stellata explotaban como granadas de mano en sus manos. Había pensado decir más, pero llegado a este punto de su alocución tomó el micrófono, bajó del escenario sostenido por la mirada de todos, y se detuvo sobre el césped. Hizo una pausa para mantener al público en un vilo teatral, y dijo en tono reflexivo:
-No quiero parecer un bohemio en un pub europeo, pero… fue aquí, en este mismo sitio donde estoy, cuando los seres estelares contactaron conmigo la primera vez. ¿Por qué? ¿Por qué me eligieron a mí? ¿Saben? Mi vida no tenía sentido. Decepciones, sueños frustrados… una inmensa soledad me helaba el alma… Y levanté los ojos a este mismo cielo estrellado. Me sentí tan solo, sin nadie en el mundo a pesar de estar lleno, y sin nadie allá afuera que me tendiera la mano… Así me hallaron los seres estelares… y todo cambió. Les aseguro, no soy mejor que ustedes, pero comparto con ustedes las mismas ansias, las que se apiñan en el corazón de cada habitante de esta isla que flota en el universo: el deseo de ser feliz, el anhelo de encontrar respuestas a las preguntas más acuciantes, la inequívoca necesidad de elevarse a un plano mayor de la existencia. –César Alicantte pausó para mirar. Había logrado una atención perfecta, motivado a la escrutadora reflexión individual. Dejó que lo miraran expectantes y dijo-: Este congreso marcará sus vidas como ya ha marcado la mía. Los seres estelares traen mensajes que auguran, no tiempos regalados, pero sí tiempos propicios, tiempos para comenzar una nueva vida, una nueva etapa de la humanidad… ¡una nueva era!
   Y sucedió. Bajo sus pies, César sintió que la tierra se agrietaba. Una luz azulada y cálida salía de esas grietas y lo cegaba. Entonces, ante el asombro de unos y el temor de otros, luego de un ruido similar a un chasquido, el hermano Reyes de Marco desapareció como lo hace una gota de agua al tocar una superficie ardiente.
   Nadie se movió. Nadie emitió ni un leve quejido. La incertidumbre nació en la concurrencia y descendió por las faldas del cerro. Pasarían minutos cuando el presidente de la Fundación recogió el micrófono del suelo, a unos pasos de donde estuvo el hermano Reyes de Marco, y trató de articular palabras:
-Her… hermanos… Bueno… no sabemos… no creemos que… nada malo le ha sucedido al… nuestro Hermano Mayor… ¡Eh!… Es algo inesperado… Talvez los seres estelares lo han abducido para… para tener… para traer algo especial al congreso… -Las miradas de los asistentes le abrumaron. Tomando un poco del aire frío nocturno, concluyó-: Debemos esperar… Por el momento, continuemos con la sesión inaugural y… y estemos atentos a cualquier señal.


II
De pronto, César Alicantte sintió como si hubiese sido lanzado a los aires por una mano que le estrujó todo el cuerpo. No podía abrir los ojos, pues una luz excesivamente brillante le lastimaba. Comenzó a dar giros en el vacío, y no sabía qué dirección llevaba, si hacia arriba, hacia abajo, si a derecha o a izquierda. Sentía mucho calor y se le dificultaba respirar, hasta que el aire del todo faltó. La zozobra no le daba espacio para muchos pensamientos; sólo uno pudo procesar: que moriría. Tenía la sensación de un incipiente desmayo cuando terminó su viaje. Estaba de espaldas, acostado sobre pasto húmedo, totalmente desnudo, observado por una noche despejada con estrellas titilantes y una bellísima luna llena. Tomó todo el aire que pudo y se sentó. Hacía bastante frío, y la humedad del pasto le sugirió que quizás recién había llovido. Mirando a su alrededor, determinó que estaba en una especie de claro de un bosque. Los árboles de coníferas, alejados de él a unos treinta metros aproximados, se movían por una brisa suave y helada. No se veían más que algunos insectos revoloteando cerca, no notó el vuelo de ningún ave nocturna. ¿Dónde se hallaba? ¿Cómo había llagado allí? ¿Estaría pasando por alguna especie de alucinación, o es que ya no era capaz de distinguir la realidad de la mentira, como hacía con sus seguidores y sus grandes embustes? Cada pregunta le descargaba más angustia. El frío, única tela que le rozaba el cuerpo, le movió para, si acaso, querer levantarse y ver qué podía. Lo iba a hacer… pero no lo hizo, ellos no lo dejaron. A su espalda escuchó una frase, un grito más bien, en un idioma que no supo identificar: <<¡Aimonoia elemase, asisi!>>.
   De inmediato cinco hombres lo rodearon y le echaron un manto que, al tacto de su piel, se pegó a su cuerpo y le calentó en segundos. La tela le fue desconocida. Los hombres vestían trajes negros ajustados al cuerpo de una tela similar a la suya, con botas altas negras y brillantes. No vio sus rostros, pues cubrían sus cabezas con una especie de casco negro, redondo y liso, sin poderse distinguir cristal alguno en la cara. César los asimiló a bolas de billar. A la aparente orden de uno de ellos se puso en pie; allí fue cuando el manto terminó de adaptarse a su cuerpo de manera automática, quedándole un traje que terminó por taparle hasta los pies y los brazos hasta las muñecas. Los hombres le apuntaban con bastones de un metro de largo, muy simples, de color negro. El extremo con el que le señalaban poseía un aro de metal, dentro del cual se cruzaban ínfimos rayos rojos; zigzagueaban semejantes a los vistos en una tormenta eléctrica, y producían un levísimo zumbido.
   César quiso correr. Las piernas no lo dejaron y vociferó una maldición. Uno de los hombres le ordenó severo en claro español, luego de que dos de ellos se le pusieron al frente: <<¡Sígalos!>>. Otros dos se colocaron detrás, y el restante a su derecha. La custodia estaba lista e iniciaron la marcha. Llamó la atención de César que la voz de aquél la percibió como si el tipo no llevara casco alguno.
   Salieron del claro y se internaron en el bosque. Al salir, César Alicantte vio una oportunidad y salió corriendo. Tuvo tiempo nada más de hacer el arranque. El manto que le hacía de traje se puso rígido y le hizo caer. Las risas de los cinco no penetraron oídos coléricos sino aterrados. El que había venido a su derecha le tocó con el aro de su bastón, y uno de los rayos impactó en la superficie de la tela. Al instante recuperó la flexibilidad. César se incorporó, quedando de nuevo dentro del cerco. Aún bastante nervioso, tomó aire y preguntó:
-¿Adónde me llevan?
-Usted no hace preguntas, las responde-contestó el de su derecha, despectivo-. Por el momento suba.
   Talvez por su estado anímico, talvez por la incertidumbre que alimentaba su miedo, pero no lo había visto al salir del bosque. A escasos cinco metros se hallaba un enorme diamante negro, reluciendo ante la luz de la luna. “¿Un vehículo?”, se preguntó al ver abrirse un segmento del costado que les daba cara. Su instinto le azuzó para intentar un nuevo escape, pero su razón le aseguró que sería inútil. Entraron. Dentro, no había más que lo que vio por fuera, simple material diamantino. Todos se quedaron de pie mientras aquella portezuela se cerraba. César deseaba preguntar, escuchar respuestas. Se reprimió. Esperaba sentir movimientos del singular transporte. Nada. En su lugar, experimentó una exasperante quietud, y notó que el interior se iluminaba desde una fuente que no atinaba a encontrar, como si de las paredes mismas emanara la luz.
   Pasaron unos segundos, y el artefacto se volvió a abrir. Les recibió un pasillo. “En definitiva, esta cosa es un vehículo”, concluyó."

sábado, 12 de septiembre de 2015

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viernes, 11 de septiembre de 2015

LEVANTÁ LA CABEZA

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LEVANTÁ LA CABEZA

Si tuvieras que hacer una evaluación de tu vida, ponerle una nota o calificación, ¿cuál le pondrías? Tal vez sea buena, tal vez sea mala. Si es la primera ¡magnífico! Si es la segunda, entonces estas letras son para vos, y si sos del primer caso, te invito a quedarte, quizá te encontrés con algo que pueda serte útil hoy.
La sensación de fracaso es desesperante, mina las ganas de vivir, el deseo de levantarse cada día y elimina nuestra capacidad para tener ilusiones, sueños y metas. Tal vez sea esa tu situación. Una experiencia dolorosa, un fracaso personal, un error en la vida, un sufrimiento... Todos los que habitamos en este tercer planeta después del sol la hemos vivido en una o más ocaciones. Es algo propio de la existencia humana, es decir, tarde o temprano, por mano de otro o por nuestra propia mano-peor aún-la tendremos que encontrar de frente. ¿Con esa realidad estás cargando hoy?
Pues voy a decirte algo, algo que no he aprendido en libros motivacionales, sino en la vida misma: el verdadero fracaso no es la experiencia de fracaso, sino la actitud derrotista y autocompasiva que tomás ante el dolor y las pifias. Me dirás:"Pero Geovanny, ¿es que no te ha pasado lo que a mí, yo sufro mucho." Te contesto: si yo hubiera tenido la misma actitud que vos, hoy no estaría construyendo una vida cada día más plena, y hace varios años hubieran encontrado mi cuerpo colgando de un árbol. Hablo en serio, no miento. A partir de mi propia experiencia de vida te digo: sea cual sea tu situación de fracaso, sea cual sea el dolor y sufrimiento que tenés y vivís hoy, hay una decisión que debés tomar, y tomarla HOY, y es QUERER SEGUIR VIVIENDO. El fracaso y el dolor nos pueden hacer creer que la vida se terminó allí donde se nos cayó a pedazos, pero NO ES CIERTO. El derrotismo nos hace pegar los ojos al suelo o a nuestro ombligo. Mas eso sólo nos hace enterrarnos hondamente en el dolor. No fuiste hecho para el fracaso y la autocompasión. Naciste para tener la cabeza levantada, ver hacia delante y hacia arriba, y seguir construyéndote, a pesar de los desastres dejados por los accidentes existenciales. Levantá la cabeza, y con los despojos hacé una nueva vida. Yo lo estoy haciendo, y no soy mejor que vos ni un superdotado.
La decisión es tuya. Te invito a seguir mis palabras. El tiempo está hoy en tus manos. Reconstruir después del terremoto es pesado, pero es el ÚNICO CAMINO A SEGUIR. Luego de caer hasta el fondo, la única dirección que queda es hacia arriba-pues no somos topos-. ¡Ánimo! La vida te espera con mejores oportunidades y experiencias. Creeme, es verdad. Entonces, ¿qué vas a hacer hoy?

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"EL CLUB DEL LÁPIZ ROJO: EL INVERNADERO DE ROBERTO"
Con alegría anuncio la publicación de mi siguiente trabajo, un relato infantil para niños de entre 10 y 12 años, parte del ciclo de Velázquez.

Migguel, Mary y Adrián son tres niños escolares que entrarán a escondidas a la mansión de Roberto Palacios, un millonario misterioso de Velázquez, llamado por todos el vampiro de Velázquez, sobre todo por saber cómo mantenerse joven pese a los años que la gente mayor dice que tiene.
En el deseo de recuperar a Doménica, la cachorrita de Adrián, y que, según él, Roberto encontró vagando perdida en la noche, Migguel, Mary y Adrián entrarán al invernadero de Roberto, sitio, según sospechan, que oculta el secreto de Roberto Palacios y, quizás, a Doménica. Qué hallarán los niños ahí? Entrén con ellos y lo sabrán, aunque... entrarán bajo su propio riesgo, está claro?

"EL CLUB DEL LÁPIZ ROJO: EL INVERNADERO DE ROBERTO", una historia que capturará a los chicos desde el inicio hasta el final. GEOVANNY SOTO SOSA

sábado, 29 de agosto de 2015

UN FRAGMENTO DE MI NOVELA

http://www.amazon.com/Claveles-Melannia-Spanish-Geovanny-Soto-ebook/dp/B0147I9XW6/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1440951190&sr=1-1&keywords=los+claveles+de+melannia

LA LLAMADA
Serían las nueve de la noche cuando Viky puso la pausa. Recostada en su cama aún con uniforme, veía en la tablet un video que bajara de la web. Bromas pesadas-muy pesadas-la divertían al extremo de reírse sin darle importancia a las burlas de sus hermanas desde el otro lado de la puerta. Fue el tono de su celular quien le detuvo momentáneo la diversión. La cara aniñada de Melannia, sacándole la lengua, la hizo sentarse sin quejas (tenía algo de remordimiento de conciencia por la forma en que se despidió en el parque).
   Sentada en la orilla de la cama, contestó:
-¿Sí, Melannia?
-No podía esperar hasta mañana, Viky. ¡Estoy tan emocionada!
-Perdoná, ¿podrías repetir lo que me dijiste?-el ruido o, mejor dicho, el escándalo de voces gritando no la dejaron escuchar bien. Los padres de Melannia estaban en plena discusión.
   Roger y Alma se habían casado muy enamorados-o eso creyeron-. Como todo en el hoy moderno de la postmodernidad, tras su primera vista, guiño de ojitos y análisis mutuo de la figura corporal, tuvieron su primer encuentro sexual, y luego el segundo, y el tercero, y el cuarto, y cuando se dieron cuenta pensaron más en ese último número convertido en habitación que en los dígitos continuos de esa recta numérica… ya ni los contaban…
   Así las cosas, por más protecciones y saberes, la regla se ausentó de plano. El bebé llegó, y traía bajo el brazo, no un bollo de pan-como decían nuestros abuelos-, sino un abogado para casarlos.
   Aunque ambos ya tenían una profesión, también ambos tenían distintos planes sobre sus vidas, y de ello nunca hablaron (el número “cuarto” se los impidió con ¡tanta cama…!). Y en el ajetreo de sus trabajos-él ingeniero civil y ella secretaria ejecutiva bilingüe-, germinaron tres plantitas más, de la cual Melannia era la postrera y la única mujer.
-¡Sí, cómo no, idiota! Ahora soy yo la que tiene la culpa de tus indecisiones, pendejo-le espetaba Alma tras una queja de su marido.
-¿Pendejo dijiste? No fui yo quien dejó ir semejante oportunidad de trabajo hace un año, babosa, con lo que cuesta entrar en esa empresa. ¡Cómo se nota que sos una simple secretaria después de todo!-le espoleó Roger.
   Sus tres hijos, de veinticinco, veinte y dieciocho, ya habían salido juntos de la casa; las eternas peleas de sus padres los tenían embotados y superaron a la mutua antipatía. Sólo Melannia parecía soportar con estoicismo aquellos arrebatos de furia, donde las buenas maneras no existían, y la competencia por ver quién lanzaba la palabra más hiriente iba subiendo como la leche en una olla puesta al fuego. Sin embargo, y pese a tener la puerta de su habitación cerrada, las frases de hoy iban teñidas del dolor y la frustración más álgidos luego de la última visita al abogado, y rompían con desdén las paredes de concreto. Melannia optó, pues, por salir, cruzar la calle y sentarse en la orilla del caño. (Incluso desde allí llegaban los restos de las palabrotas, aunque la habitación de sus padres estaba al fondo del segundo piso.)
-Mucho mejor, ¿verdad?-preguntó Melannia.
-Sí-contestó Viky con un poco de congoja, la situación le traía reminiscencias nada agradables.
   La noche amenazaba con helar más; un día despejado y caluroso lo vaticinaron.
   Por la calle pasaban pocos carros. La casa de la familia de Melannia se hallaba en un barrio elegante en las periferias de Velázquez, del otro lado del inmenso cafetal de los Linares, contrastando con una barriada al extremo opuesto, llamada Los Abajos. La ciudad, ubicada entre los cantones de Naranjo y Palmares, era un dechado de promesas y progreso, similar en perspectiva a las del Gran Área Metropolitana. Sin embargo, toda la acción se concentraba en su casco urbano y hacia el lado este. Por eso Melannia se sentía tranquila; cierta soledad no le incomodaba, mas sí el frío descarado. Al quitarse el uniforme, sólo se quedó con la ropa que llevaba debajo: una blusa de tirantes blanca y una licra azul marino. La helazón de la noche le estaba faltando el respeto, metiéndose donde no debía…
-Hace poco terminamos de hablar-continuó emocionada.
-¿De hablar con quién?-preguntó intrigada la amiga.
-Con Claver.
-¿Con quién?-expresó desubicada.
-Claver, el muchacho guapisíiiimo del cole de Sarchí.
   Viky se quedó callada por unos instantes. “Trabaja rápido la chiquita”, se dijo. Luego, tratando de aclararse, preguntó:
-Y… ¿cómo fue eso?, ¿ya Brandon te dio el número?
-No, fue él mismo quien me lo dio.
   Viky se llevó la mano a la cabeza para rascarse, pero se detuvo, le pareció una acción muy estereotipada. Ordenó como pudo las neuronas para una buena sinapsis, se reacomodó en la cama, y le dijo:
-A ver, a ver… ¿Cómo que…? Pero… ¡Decime todo!
-Al rato que Bicho se fue…-y le contó lo de la nota, omitiendo la ensoñación y algunos detalles…
***
   Melannia entró a su cuarto después de que sus padres le preguntaran por su llegada tardía (eran las 6:00…). Sin muchos reproches, subió las gradas hacia el segundo piso donde se encontraban su habitación y la de sus papás.
   Entró con hormigas trabajando en su estómago-como ella llamaba a esa ansiedad estomacal-, hizo tirado el salveque en una esquina, y se recostó unos segundos en la cama. Sacó del bolsillo de la blusa el trozo de papel y se le quedó mirando con ojos extasiados. Después de hasta olerlo, puso el papelito en su mesita de noche y se levantó para cambiarse de ropa.
   Antes de abrir su clóset, Melannia se detuvo ante la imagen del espejo de la puerta. Siendo de cuerpo entero, observó su figura con una mirada desconocida. Si bien pensaba que era hermosa, jamás había deparado mucho en ello; nunca sacaba rato para verse demasiado cómo le quedaba la ropa, o para admirar sus curvas-bastantes pronunciadas, valga decir-estando desnuda. Sin embargo, hoy tenía otros ojos. Y quiso tomar apuntes en su cuaderno mental. Primero se quitó la blusa celeste. Observó. “Buena delantera”, se dijo. Luego, con delicadeza, corrió el zíper y bajó, sin despegar la vista del espejo, su pantalón azul oscuro. Lenta, dio una vuelta completa, escaneando su parte inferior. “Excelente trasero y demás”, terminó definiendo. Quieta, de frente, se sujetó de la cintura, movió su cabeza a un lado, sonrió y guiñó un ojo. “Con esto lo mato”, pensó, y se rio bajito. Al finalizar su autoexamen, hizo a abrir la puerta del clóset, pero desistió. Se quedó mirando de nuevo su imagen en camiseta y licra. Le agradó. Desechó la idea de otras prendas y se volvió a recostar en la cama.
   Viendo hacia el cielorraso, dio cauce a una idea. Estiró lo suficiente su brazo derecho y tomó la nota de sobre la mesita de noche. A su vez, buscó el celular que había dejado cerca de la almohada, lo desbloqueó y marcó un número escrito debajo del nombre de Claver.
   Tres intentos fallidos la comenzaban a desalentar. Probó el siguiente. ¡Bingo!
-Hola, ¿sí?-una voz masculina de tenor lírico la estremeció.
-Hola-dijo con la respiración agitada-. Este… Soy Melannia, la muchacha del cole de Velázquez… la del parque…
   Hubo un silencio que la angustió. No podía imaginar qué pasaba del otro lado.
-Hola, Melannia, soy Claver-contestó al fin la voz melódica, y la tranquilizó. De seguido le dijo-: Vaya, no sólo lo que vi es bello, también tu voz.
-Y… y la tuya también-respondió al piropo con una risita nerviosa; se sintió tonta.
   Melannia se quedó sin palabras, sus ideas se le fueron. Por suerte Claver prosiguió:
-Espero no haber dejado una impresión fea. Es que te vi tan… ¿cómo decirlo? Tan concentrada…
-No para nada-le cortó ella para alejarle esa idea-. La verdad… me sonó muy romántico.
   Melannia no vio cuándo dijo semejante cosa. Se oyó cursi para su gusto. No era la imagen que quería dejar en el primer contacto. De inmediato repuso:
-Digo, muy… muy… es que… Yo quería decir…
-Muy romántico-le afirmó Claver, y desde ese momento tuvo la sensación de estar sintonizada con ese perfecto extraño.
   Ambos pasaron varios segundos en silencio.
   Melannia seguía recostada en la cama. No se daba cuenta de haber comenzado a hacerse un colochito con un mechoncillo de su pelo corto. Tal fue, que al final el dolor le dio aviso. Con eso se sentó en el centro del colchón, y dijo con una sonrisa nada forzada:
-Me suena a que estás en un año superior.
-Es correcto. Estoy en undécimo. ¿Y vos?
-En décimo-respondió, deseando haber mentido un poquitico…
-Me pareciste de más edad-le señaló Claver, con lo que el corazón de Melannia se achicó-. Mmmm… Siempre quise tener una novia menor que yo.
   ¡Yes! Melannia se tiró de espaldas otra vez. El alma le había regresado. Y qué directo el Claver, el tipo no se andaba con carajaditas. A veces la fortuna asoma su mejor semblante cuando menos uno se lo espera; propone, sugiere y hasta grita sus bendiciones. Melannia no sabía si decir de una vez “¡acepto!” o dejar correr más archivos de la película. El corazón se le notaba muy bien bajo la delgada camiseta de tirantes. Pero… ¡alto!... No estaba desesperada… o ¿sí? Se volvió a sentar y dijo intentando no entrever su evidentísima alegría:
-La verdad, Claver, yo también quise tener un novio que fuera de más edad, un muchacho maduro, no un chiquillo que ni sabe lo…
-Besar-le interrumpió espontáneo el colegial, a lo que, en segundos, repuso apenado-: ¡Perdón, qué estoy diciendo!
-Tranquilo, yo iba a decir lo mismo-ni vergüenza le dio mentir.
   El resto de la conversación Melannia la pasó caminando de un lado a otro, riendo, respondiendo, preguntando… proponiendo y aceptando. Al finalizar, ambos se consideraban novios con todos los derechos y deberes, y para cuando cortó, agradeció no tener una línea prepago, un agradecimiento que se le ensució con el inicio del pleito de Roger y Alma. Viendo su celular en la mano, uno muy costoso, de última generación, se dijo para sí en voz baja, triste: <<Por lo menos de algo sirve tener plata>>.
***
-No creí que fuera tan tarde, Viky, casi dos horas estuvimos hablando.
   Viky había escuchado, a ratos sin aliento, a ratos suspicaz, toda la narración de la llamada de Claver.
   Melannia esperó alguna opinión de su amiga, y ésta no la defraudó:
-Pues… te felicito, Mely, un muchacho de undécimo, y de diecisiete, casi dieciocho… Entró viejillo a primer grado… Bueno, subiste el nivel, ¡eh!
-Sí, ¿verdad?-contestó con un suspiro.
-Y… ¿Cuándo se van a ver?
-Buenoooo… Dijo Claver que la otra semana son los primeros exámenes del primer período, igual a nosotros. Ha mantenido siempre un excelente récord, y quiere ir con todo al bachillerato. Además, tiene la meta de ir al TEC, quiere llevar las mejores notas de presentación. Imaginate, Viky, desea estudiar ingeniería industrial.
-¡Qué bien!-contestó la joven haciendo un esfuerzo para denotar entusiasmo-. Guapo, estudioso, con objetivos claros… Te sacase la lotería, cariño.
-¡Sí!
   Melannia y Viky conversaron un rato más.
   La noche se volvió grosera sin escrúpulos. Una brisa tosca transformó la piel humana de Melannia en una de reptil. Sólo así decidió terminar la charla y entrar.
   Cuando la adolescente vio su reloj se asombró: las 11:35. En circunstancias normales no habría pasado. Pero ésas no eran circunstancias normales.
   Desde hacía bastante no pasaba ni una pinche bicicleta. Los pasos de una pareja adulta, caminando muy juntos, sonaron en la esquina izquierda de la acera frente a su casa. Esperó a que pasaran. Él, un hombre de unos cuarenta y tantos. Ella, si acaso de veinticinco, con ropa muy provocativa y bien maquillada. No los reconoció. Ni le preocupó. A sólo tres cuadras, un motel ofrecía sus servicios las veinticuatro horas. Cuando ya los perdió de vista, corrió para cruzar la calle. En eso escuchó un tono de celular que venía de la esquina por donde había desaparecido la pareja. No le dio importancia. Se apresuró para entrar.
   Al abrir todo estaba a oscuras y en silencio. “¡Gracias, siempre tan considerados! Y a mí que me coma un burro, ¿ah?”, pensó muy molesta. Subió las gradas al segundo piso iluminada con el foco de su teléfono… protesta algo infantil, de acuerdo.
   Llegó a la puerta de su habitación. Al abrirla volteó la vista hacia la siguiente puerta a su derecha; estaba entornada. Una luz tenue golpeaba la pared de enfrente. “¿Dejó la lámpara encendida?”, se preguntó, pensando en Alma, porque Roger tenía ocho meses de dormir en la habitación para visitas al fondo del pasillo. Decidió, pues, hacerle el favor. Quedó congelada bajo el marco. Roger y Alma yacían ambos sobre un pozo de sangre. Comenzó a gritar y a gritar.

jueves, 27 de agosto de 2015

LAS PIEDRAS QUE TIRAMOS CONTRA EL AGUA

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    LAS PIEDRAS QUE TIRAMOS CONTRA EL AGUA
Creo que todos, en algún momento de nuestra vida, hemos jugado a tirar la piedra sobre el agua para ver cuán lejos la hacemos llegar. Sea solos o en compañía de otro u otros, sea para divertirse o para competir. Si la piedra es plana, la tirás con un movimiento ladeado de tu brazo y con suficiente fuerza, la piedra puede llegar bien lejos, dando "panzazos" y creando ondas que se pierden en la superficie del agua, ondas que luego olvidás y no sabés a dónde se van a quedar... Pues, hay personas que son como esas dichosas piedras. La existencia se encarga de lanzarlas, de hacerlas rebotar sobre el agua de cada día y hacerlas esparcir ondas de su fracaso que se pierden en la memoria de los que son tocados por ellas. Y es que, si no has tomado tu vida en las manos para hacer algo con ella, entonces la existencia te llevará a ser como la piedra tirada contra el agua. Y aclaro: digo "existencia", no "vida", porque hay una diferencia. La "existencia" es el acto de estar vivo. La "vida" es la construcción de tus manos sobre el acto de tu existir. Si no construís algo con tu propio y continuado esfuerzo diario, la exsitencia lo hará por vos, y como ella no tiene mente para hacer una construcción según tu provecho, lo que resultará de su "trabajo" será un adefesio (en la mayoría de los casos es así).
Sí, lo vas entendiendo bien. Hay personas que viven lamentándose por el estado de su vida. Y no importa la edad. Puede ser un adolescente de colegio, una joven universitaria, un hombre de empresa, una ama de casa o un adulto mayor (a los que antaño llamábamos ancianos...). Esas personas le echan la culpa de sus desgracias a todos y a todo. Pero no toman su vida delante de sí, la evalúan, ven los errores y se plantean un proyecto para mejorarla. Estoy de acuerdo en que hay vicisitudes, adversidades, situaciones que nos hacen pegar la boca en el suelo y sacarnos de la pelea por un rato. No soy iluso, ni pretendo hacerte un lavado cerebral para drogarte y hacerte ver "pajaritos en el aire". A lo que me refiero es que, disipado el polvazal generado por la estampida que te pasó por encima, si no querés quedarte lamiendo tierra el resto de tu existencia, es tu deber levantarte, evaluar, llorar (si lo necesitás), tomarte un "tiempo fuera", oxigenar la mente y los sentimientos, y luego INICIAR DE NUEVO, tomar la desición de VIVIR, ASUMIR tu responsabilidad en lo que te pasó, y PLANEAR TU VIDA, aclarar por dónde vas a tirar VOS la vida, tu vida, y que no sea la existencia la que te tire.
Lo que digo ya me pasó a mí. No hablo de gratis ni vanamente. Duele mucho verse como el protagonista de una desgracia, aceptarlo y tener que pedir perdón. Pero es de sensatos (que no digo valientes para no ofender a los, como yo, hemos sufrido de ataques de miedo) rehacer la vida, proyectarse positivamente hacia el futuro con un proyecto bien calibrado y repensado varias veces; o sea, con UN PROYECTO NUEVO DE VIDA. Ahora hacé este ejercicio: extendé las palmas de tus manos, y observá las piedras que vas a lanzar contra el agua para ver cuán lejos las hacés llegar, y pensá que, si no lo hacés, las piedras te lanzarán a vos. ¿Estás dispuesto o dispuesta a que ellas te tiren o vos a tirarlas a ellas? Hoy, en este simplísimo acto de juego mental y emocional, estarías por iniciar una nueva etapa de tu vida... ¿qué vas a hacer?





miércoles, 26 de agosto de 2015

ENLACE PARA LOS CLAVELES DE MELANNIA

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lunes, 24 de agosto de 2015

COMO LAS HORMIGAS ZOMPOPAS

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                COMO LAS HORMIGAS ZOMPOPAS

No sé a vos, pero a mí me encanta ver cómo trabajan algunos animales, sobre todo-y éste es el caso-las hormigas y las abejas. Ambos grupos de insectos tienen elementos en común, como, por ejemplo, trabajar en comunidad y ser constantes. Quisiera, con tu permiso, profundizar en el segundo elemento de los primeros insectos.
Habrás notado que las hormigas comúnmente llamadas come-hojas (o zompopas, en mi país), van deshojando un árbol, un arbusto o cualquier planta de flores del jardín de tu mamá, de una manera lenta pero segura. Sin que te des cuenta, con el pasar de los días, las semanas y los meses, si no estás "avispado", te dejan la planta en sus mismos "huesos", y para colmo de males, lográs ver el "caminito" que dejaron sus laboriosos esfuerzos, como si aquello se tratara de su "firma personal", algo así como la evidencia criminal del asesino en serie para distinguirse (discúlpenme la chocante comparación). Pues bueno, si hablamos de llegar a alguna parte con nuestra vida, de conseguir un sueño, o de lograr una meta u objetivo significativamente importante para vos, es indispensable ser como la hormiga zompopa.
Muchos no inician nada porque piensan que el camino es largo y los esfuerzos no dejan ver un logro inmediato. ¡Qué insensatos! La acumulación de pequeños esfuerzos diarios dan como resultado logros grandes. Hoy guardás en el banco un solitario dolar o euro. Mañana guardás otro. Pasado mañana otro. Al finalizar el año tenés un "x" aguinaldo o autobono navideño para gastar a tu discreción. Es sólo un ejemplo. Si hoy comenzás, y sos constante, mañana terminarás. Suena como si descubriera el agua tibia... Ha de verse cuántos se han mojado con esa agua tibia...
Estoy convencido que si hacemos como las zompopas lograremos nuestros sueños y aspiraciones, y, al volver la mirada hacia atrás, verás tu "caminito" con orgullo y honda satisfacción.