viernes, 15 de enero de 2016

LA LÁMPARA DE LOS MINEROS

                                LA LÁMPARA DE LOS MINEROS
   ¿Has visto la lámpara que usan los mineros en la cabeza, sobre su casco de trabajo? Es una imagen muy tradicional (quizá ya empleen otra técnica, pero para esta ocasión nos sirve). Y ¿sabés por qué la usan en ese sitio? Porque la luz alumbra hacia donde se vuelven los ojos (no te riás, no estoy descubriendo el agua tibia, ya verás). Eso equivale a decir que la luz ayuda a encontrar lo que los ojos andan buscando. Lo que es lo mismo decir, que la lucecita de la cabeza ayuda a los ojos a ver con claridad, ¡o sea!... que los ojos dependen de esa luz, que está en la cabeza, para ver... Si unís en una sola oración las palabras subrayadas, se arma ESA LUZ ESTÁ EN LA CABEZA PARA VER. Ahora sí, desmenucemos...

   Hay personas que no saben lo que quieren en esta fugaz vida. Es decir, no tiene claridad (habrás escuchado infinidad de veces la expresión "fulano no tiene claridad en"). Lo que es lo mismo decir, que no tienen LUZ sobre lo que desean de su vida, NO SABEN, y no saben porque en su CABEZA no hay ideas claras, o sea, ILUMINADAS. No logran VER con claridad. Aunque el jueguito de palabritas que estoy usando es divertido (al menos yo lo disfruto), podemos sacar una conclusión a manera de máxima: SE NECESITAN IDEAS BIEN DEFINIDAS PARA CONSEGUIR OBJETIVOS BIEN DEFINIDOS.

   Si deseás lograr algo en tu vida, tenés, por fuerza, que saber ¡QUÉ QUERÉS! Hay individuos que hoy se maten a estudiar medicina, mañana los ves en ingeniería de sistemas y pasado mañana en arqueología. Hoy se casan con esta, mañana con aquella y pasado mañana con la que estaba a la par de la primera. Otros ni saben cómo comenzar a para dar el paso inicial, porque ni siquiera saben qué camino tomar, pues, aún, no han decidido si quieren caminar o quedarse sentados (peor...).

   Retomando el ejemplo de los mineros, para saber hacia dónde buscar, hacia dónde ver, es indispensable tener ideas claras, iluminadas, en tu cabeza. Debés sacar el tiempo para sentarte, meditar, poner por escrito tus propias conclusiones, y comenzar a trabajar. Poco a poco sacarás los minerales que estarás escarbando, con perseverancia, sin desfallecer, pero ¿cómo lo harás si ni siquiera podés fijar la mirada en algo concreto porque estás a oscuras?

lunes, 11 de enero de 2016

CUENTO DEL MIEDO

CUENTO DEL MIEDO
 
   El hombre manejaba solo, por una carretera solitaria, en una noche oscura de luna nueva. Las estrellas no querían brillar en un cielo tachonado de nubes abotagadas de agua. A ambos lados de la vía, la mala hierba crecía al parecer de su gusto, y las rocas, agazapadas entre aquella, esperaban como serpientes morder un tobillo descuidado.

   Venía de un trabajo, uno cualquiera, pues su vida era una de tantas en medio del desierto de los negocios. Con billetes en el bolsillo, este hombre no tuvo objeción en dejar listo el recorte asqueroso de un personal hambriento de ilusiones. Obeso de soberbia, conducía con la agudeza de su luz de largo alcance para dejar actuar con ingenio a otro tipo de agudeza dentro su mente que, desprovista de escrúpulos, maquinaba cómo abultar más sus cuentas de banco.

   El camino era conocido aunque no lo transitaba a menudo. Ajeno a la distancia por recorrer, más que en el asfalto se concentraba en su buena estrella atrapada con maña y descaro. De pronto, tuvo la impresión que el camino se hacía largo y la calle se angostaba un poco. "Tonterías", se dijo, y siguió maquinando. En eso, después de una curva, una mujer, a distancia prudente, le hacía señas para que le llevara. Le pasó al lado sin volverla a ver. Se rio, y no le dio importancia. Entonces sintió una presencia dentro de su auto, una persona de más, un ser irradiando furia que le quemaba su nuca. Miró por el retrovisor y... nada. Nadie le acompañaba.

   Sin embargo, la presencia era tan real como el volante que sostenía. "Nervios y cansancio", se dijo.

   La noche se puso más oscura. Comenzó a llover.

   Conforme avanzaba, le constreñía el cuerpo un calor espeso. Puso el aire acondicionado.

   El hombre seguía conduciendo por una carretera que no terminaba, al igual que el calor. El aire artificial no cumplía.

   El aguacero se burlaba con insolencia.

   Conduciendo con eficacia, el hombre ya solo atinaba a acelerar. Llegar lo más pronto posible a casa. Dejar el calor atrás, la lluvia atrás y a aquella presencia…

   El aguacero golpeaba sus cristales con rabia. La carretera se embadurnaba con esa agua como si fuera ungüento balsámico. Y el hombre no veía el final del viaje.

   Antes de una curva larga como lengua de oso hormiguero, observó de nuevo a aquella mujer haciéndole parada sin reparar en ello, su mente estaba obnubilada. Irritado por tanto, aceleró para mojarla al pasarle al lado, y lo logró. Dos segundos después, al dejar la curva, sintió un par de manos mojadas apretando leve su cuello. Se desesperó. El volante quedó a su albedrío, y, cuando el carro se disponía a caer por un barranco muy hondo, se detuvo abrupto en la orilla. El hombre ya no sintió aquellas manos mojadas, pero vio a una mujer frente al vehículo, bajo la lluvia, apoyando una mano sobre la tapa del motor. Flotaba, con un resplandor azulado apenas perceptible. El hombre sintió un dolor insoportable en el pecho, como si alguien se lo estuviera escarbando con un puñal. Y de pronto, horrorizado, vio como una mano salía de su pecho sosteniendo un trozo de carne putrefacta que parecía latir. Afuera, la mujer, de rostro arrugado y ojos blancos como luna llena, extendía el otro brazo sin su mano.

   El hombre, paralizado de miedo, miró cómo aquella mano se llevaba la carne putrefacta y llegaba hasta la mujer. Luego, apartándose esta del frente, levantó la mano que sostenía al vehículo y lo dejó caer a lo hondo del barranco.
Geovanny Soto Sosa

domingo, 25 de octubre de 2015

CUANDO EL DOLOR ES MUY GRANDE

                   CUANDO EL DOLOR ES MUY GRANDE
Saludos querido amigo, querida amiga. Espero que hayás leído mis anteriores publicaciones (si no los has hecho, te invita a que las leás después de ésta, te aseguro que te levantarán el ánimo). Si ya las has leído, y te parecen poco serias o vacuas, podría ser por dos razones. La primera, porque no pretendo coincidir con la forma de pensar de todo mundo, sería algo imposible, y si este es tu caso, pues, ¡ánimo!, teneme un poco de misericordia y seguí leyéndome, talvez en una de tantas convergemos. La segunda, porque has pasado o estás pasando por situaciones o realidades de mucho dolor y sufrimiento, y, por tanto, los argumentos de las anteriores entregas te suenan inconsistentes, vacías, a nada y vacío. Eso lo explicaría todo. Una persona que vive un trago amarguísimo de dolor físico, familiar, personal, moral, etc., no puede leer mis reflexiones anteriores y sacar una luz de ellas. Lo entiendo. Por eso te invito a lo siguiente: esta reflexión la dirijo para vos de forma exclusiva, quedate un rato conmigo y leela detenidamente. No te prometo ni aseguro que hallarás la solución de tu gigantesco problema, no te voy a mentir y a herirte más de lo que ya estás. Pero sí te digo que, después de terminar mi lectura, habrás pasado por un pequeño oasis, por un momento de refrigerio en medio del calor de tu día, y eso... ya es lago, y, quizá, encontrés una pequeñita luz en medio de la oscuridad que estés pasando. Sí debo aclarte una cosa: tendré que ser duro en mis expresiones y muy directo. Eso no se debe interpretar como pesimismo o negativismo, sino como realismo y sinceridad. Al final te llevaré a donde pretendo, y entenderás mejor lo que acabo de decir.
Si hay una realidad con la que los seres humanos nacemos es con la del dolor y el sufrimiento. Puede sonar chocante, pero es la verdad. Los periódicos lo confirman, los telediarios lo confirman, tu vida lo confirma. Ese dolor tiene dos posibles causas o fuentes: una exógena (fuera de) y una endógena (dentro de). La primera se da por razones que están fuera de nosotros, de nuestra responsabilidad y culpa, de nuestro absoluto control, fuera en todos los sentidos aplicables a la palabra "fuera". Por ejemplo: hoy te despidieron por recorte de personal, el tipo se saltó la luz roja y te dio de lado matando a tu acompañante, murió de cancer tu padre, tu madre o un hijo, una bala perdida te impactó en la espalda, te han dado el diagnóstico de una enfermedad mortal, incurable, un demente o fanático entró a la escuela donde laborás y mató a un grupo de estudiante a tu cargo y te amputó un brazo de un solo disparo... Podría seguir con la lista, pero sé que has entendido bien. La segunda se da por razones donde medió, en poca, media o gran medida, nuestro concurso o participación, es decir, y aunque suene duro por el momento que podrías estar pasando, que se debe a nuestra responsabilidad, a nuestras acciones libres y, por los resultados, mal tomadas. Por ejemplo: dejaste a tu esposa o esposo por la aventura que tiene menos años que vos, fuiste un irresponsable en tu trabajo y hoy te despidieron, fumaste desde tu adolescencia y el enfisema te tiene con los dos pies en la acera del cementerio, derrochás indiscriminadamente tus recursos económicos y hoy pasa tu familia serios apuros, no has llevado bien tu vida sexual y hoy te dicen que tenés SIDA. Podría continuar, pero creo que no es necesario.
Ahora bien, ante ese panorama, ¿en cuál grupo te ubicás?, y ¿qué podríamos decir? El asunto es complicado y espeso, lo sé. Si pertenecés al grupo de causas endógenas te diré que, indistíntamente cuál sea tu caso concreto, lo primero que debés hacer es parar en seco, terminar con la situación en la que montaste cabeza y que te tiene de cabeza. Me dirás: "¡Suena fácil, como no! ¡Simplón, como no sos vos!" De acuerdo, pero ¿qué querés entonces escuchar? Un aplauso jamás, y un "ni modo, seguí en lo mismo, que al fin y al cabo así es la vida" ¡ni en tus sueños! Yo no puedo aprobar las irresponsabilidades que te llevaron al dolor y sufrimiento que estás viviendo hoy, y la única solución es aceptar tu grado de culpa, reconocer, con valentía y sinceridad, que te equivocaste y detener la situación. Si no te es posible por vos mismo, entonces a buscar ayuda, pedir auxilio, bajar la guardia y ese monumental orgullo que te tiene entregado al cepo de tu situación voluntariamente buscada. Parar, detener, salirse, ¿¡está claro!? Viendo hacia el otro lado de la acera, si pertenecés al grupo de causas exógenas te diré que, indistíntamente cuál sea tu caso concreto, la situación por la que estás pasando no tiene la última palabra, porque corrés un peligro doble: por un lado, pensar que todo llegó a su fin, que hasta aquí terminó la vida, que no hay nada más que esperar; y por otro lado, caer en la autocompasión, con una actitud victimista que te está hundiendo en un lago inmenso llamado desesperanza. Sé muy bien que las situaciones como las tuyas no son fáciles, no soy un tipo salido del planeta, con los ojos en blanco, enajenado de la realidad de la vida. Ve vos a decirle a una muchacha que fue salvajemente violada entre varios sujetos que sea feliz, o un padre que le devuelven a su hijo muerto, asesinado por los que lo raptaron... No se diga más. Pero, y aquí está la palanca que deseo meter, si estás leyendo este artículo, si lo has seguido hasta esta altura y no lo has desechado como palabrería barata, es que lo que te he dicho encuentra un eco en lo profundo de tu mente, de tu vida emotiva, de tu alma y de tu corazón. Y aquí viene lo mejor.
Talvez lo que te diga ahora no haga la gran diferencia, quizá no sea la solución cumbre que te saque de tu dolor y sufrimiento de manera total e inmediata, que mis palabras no sean el "plus ultra" de la vida, de tu vida. Pero, querido amigo, querida amiga, NO DESFALLEZCÁS, NO ENTRÉS EN EL ATAUD ANTES DE TIEMPO. Tu dolor es terrible, lo sé, por eso he escrito esta entrada. Y, posiblemente, la solución de tu dolor, el fin de tu mal, no esté a la vuelta de la esquina, y tarde aún en venir y aliviarte por completo. Sin embargo, querido amigo, querida amiga, LLEGARÁ. No naciste para vivir en la derrota y el vencimiento. Me dirás: "Pero, me dicen que voy a morir, que me quedan tres meses, de los cuales dos los estoy ya pasando en el hospital, ¿cómo me decís que la solución de mi dolor llegará? ¿Es que me estás viendo la cara, burlándote de mí?" Ni en ese caso extremo deberías entregarte al derrotismo. La solución la tendrías en la paz que te llega de poder dejar en tus seres queridos las palabras y sentimientos más profundos de amor y sinceridad, y de no dejar situaciones sin resolver, saen las que sean (te recomiendo leer mi entrada "NOVENTA DÍAS TIENE LUZ MARINA").
Todo en la vida pasa, y más si nos aplicamos a encontrar la solución. Ahora estás metido en el aire viciado de tu sufrimiento. Ya pasará. Vos sos un ser valioso, una persona que puede dar mucho más de lo que has dado. Lo que te pasa o pasó NO PUEDE DEFINIR LO QUE SOS NI DETERMINAR EL RESTO DE TU VIDA. Si fue tu culpa, ¡A LEVANTARSE!, no serás el único que se equvoque en esta vida. Si no lo buscaste y te llegó solo, sin pedirlo, ¡A LEVANTAR LA CABEZA, CERRAR LOS PUÑOS Y DARLE DE GOLPES PARA QUE TE SUELTE! Tenés dignidad, sos una persona digna, y TENÉS EL DERECHO DE SER FELIZ, nadie te lo puede negar, ni siquiera tus situaciones de dolor y sufrimiento. NO TE ENTREGUÉS A ELLAS, pues, en el momento en que lo hagás, caerás en algo peor al dolor mismo: LA MUERTE DE TU SER. Lo terrible no es sufrir, es la menera como encarás el sufrimiento. Si querés, podés buscar y encontrarás casos de personas con limitaciones permanentes y visibles, las cuales no se entregaron a ellas, las enfrentaron y las vencieron. Y estas personas no fueron mejor que vos, ni tuvieron dotes especiales ni superpoderes, ni, en algunos casos, alguien que les ayudara. ¿Entonces? Algo dentro de ellas se les despertó, dándoles una bofetada para sacarlas del estupor, y les dijo: "¡Ya, llorón, dejá de moquear! ¡Seguí viviendo, reclamá tu lugar bajo el sol!" No es retórica barata, no es, tampoco, imposible. Si ellos pudieron, ¿por qué vos no?, ¿qué tienen ellos que vos no tengás?
Es hora de que reflexionés. Podría aportarte más ideas, más frases, pero te embotaría la mente y el alma, y ese no es mi fin, sino todo lo contrario. Ahora te toca volver a tu solitariedad (que no es lo mismo a "soledad", la diferencia está en que la soledad nos aisla de todo y de todos, y la "solitariedad" es nuestro espacio interior, íntimo, donde nos encontramos con nosotros mismos, donde tomamos nuestras más profundas y vitales decisiones). Y antes de despedirme, deseo darte una palabra final: hoy puede ser el inicio de tu recuperación, la fecha que marque un antes y un después en tu vida, así como me pasó a mí. No te he hablado con palabras huecas. Yo pasé por dolor y sufrimiento, y pude salir, pidiendo ayuda (y sigo en mi recuperación). Si yo he dado pasos para tener una vida feliz, y no soy mejor que el resto de las personas de la Tierra, ¿por qué vos no vas a poder?

viernes, 18 de septiembre de 2015

FRAGMENTO DE MI NOVELA INÉDITA DE CIENCIA FICCIÓN "VERA TERRUM"

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FRAGMENTO DE MI NOVELA INÉDITA DE CIENCIA FICCIÓN "VERA TERRUM"

"... Faltando segundos para las nueve se encendieron las luces de un escenario pequeño pero ostentoso en decoración. Unas cortinas al fondo se movieron, y por ellas salió el hermano Reyes de Marco. Música, vítores y aplausos le recibieron como si se tratara de la entrada triunfal de un ejército. La ovación no concluía, y César Alicantte saboreó el triunfo de sus mentiras ocultándolas detrás de una sonrisa, una sonrisa que para los presentes significaba agradecimiento y empatía, pero que para él era de burla, la burla más cínica que jamás creyó tener.
   César dejó que la multitud descargara sus emociones. Luego levantó la mano y obtuvo silencio. Al instante todo quedó como si ni un alma estuviera. César corrió su mirada para abarcar el panorama. Se acercó al micrófono y comenzó su discurso de inauguración:
-No hace mucho nacimos en medio de la mirada escéptica y hasta irreverente de no pocos. La verdad siempre deslumbra a aquéllos que no están bien dispuestos-un aplauso sancionó sus palabras. Luego continuó-: La verdad ha sido el caballo de batalla sobre el cual nosotros, y no sólo el hermano Reyes de Marco, hemos montado para llevar mensajes que han dado luz a las vidas sin sentido de muchos por todas partes. –Un nuevo aplauso, más entusiasta al anterior, le dejó en silencio por varios segundos. Al acabar, sintió los bríos de un político en plena campaña-. Nuestros detractores han tratado de enlodar los mensajes que los seres estelares, como hasta ahora se han denominado, dejaron en las manos de este su indigno instrumento. Pero no lo han logrado, ¿por qué? Porque la verdad está en ellos, y la verdad, probada por todos ustedes, es pesada, tan pesada que no pueden quitársela de encima.
   Aplausos, frases al grito mezcladas entre sí y todo tipo de gestos aprobatorios inundaron el aire fresco del cerro. César Alicantte no podía sentirse más emocionado. Sin embargo, en medio de ese frenesí colectivo, tuvo un pensamiento a quemarropa que le sorprendió: ¿cuánto tiempo duraría su gloria y cómo podría eternizarla? Lo atontó concentrándose en las expresiones alocadas de la concurrencia. Esta vez tardaron más en terminar, y al hermano Reyes de Marco no parecía incomodarle.
-Cuando otros-dijo al haber silencio-aterraban con catástrofes, ellos, los seres estelares, nos llamaban a la calma. Cuando otros despojaban a sus seguidores de los bienes, nosotros no mencionábamos siquiera la palabra “dinero”. Pero sí mencionamos la palabra “paz”, la palabra “fe”, la palabra “armonía”. Tampoco-y elevó la voz con énfasis-dimos mensajes facilistas, ¡nunca! Los seres estelares no son, en ninguna medida, enajenados o enajenadores. –Nuevas ovaciones le animaron a seguir-. La suerte de nuestra raza, ésa que ellos desean orientar, no va a ser el fruto de acciones que los seres estelares van a llevar a cabo con trucos de películas de ciencia ficción, para nada. Va a ser el resultado de nuestras propias manos, el esfuerzo de los puños, regado con el sudor, no ya sólo de la frente, sino de todo el cuerpo.
   César permitió el barullo consecuente. Vio con regocijo como los participantes del 2do. Congreso de la Fundación Frates Terrae Stellata explotaban como granadas de mano en sus manos. Había pensado decir más, pero llegado a este punto de su alocución tomó el micrófono, bajó del escenario sostenido por la mirada de todos, y se detuvo sobre el césped. Hizo una pausa para mantener al público en un vilo teatral, y dijo en tono reflexivo:
-No quiero parecer un bohemio en un pub europeo, pero… fue aquí, en este mismo sitio donde estoy, cuando los seres estelares contactaron conmigo la primera vez. ¿Por qué? ¿Por qué me eligieron a mí? ¿Saben? Mi vida no tenía sentido. Decepciones, sueños frustrados… una inmensa soledad me helaba el alma… Y levanté los ojos a este mismo cielo estrellado. Me sentí tan solo, sin nadie en el mundo a pesar de estar lleno, y sin nadie allá afuera que me tendiera la mano… Así me hallaron los seres estelares… y todo cambió. Les aseguro, no soy mejor que ustedes, pero comparto con ustedes las mismas ansias, las que se apiñan en el corazón de cada habitante de esta isla que flota en el universo: el deseo de ser feliz, el anhelo de encontrar respuestas a las preguntas más acuciantes, la inequívoca necesidad de elevarse a un plano mayor de la existencia. –César Alicantte pausó para mirar. Había logrado una atención perfecta, motivado a la escrutadora reflexión individual. Dejó que lo miraran expectantes y dijo-: Este congreso marcará sus vidas como ya ha marcado la mía. Los seres estelares traen mensajes que auguran, no tiempos regalados, pero sí tiempos propicios, tiempos para comenzar una nueva vida, una nueva etapa de la humanidad… ¡una nueva era!
   Y sucedió. Bajo sus pies, César sintió que la tierra se agrietaba. Una luz azulada y cálida salía de esas grietas y lo cegaba. Entonces, ante el asombro de unos y el temor de otros, luego de un ruido similar a un chasquido, el hermano Reyes de Marco desapareció como lo hace una gota de agua al tocar una superficie ardiente.
   Nadie se movió. Nadie emitió ni un leve quejido. La incertidumbre nació en la concurrencia y descendió por las faldas del cerro. Pasarían minutos cuando el presidente de la Fundación recogió el micrófono del suelo, a unos pasos de donde estuvo el hermano Reyes de Marco, y trató de articular palabras:
-Her… hermanos… Bueno… no sabemos… no creemos que… nada malo le ha sucedido al… nuestro Hermano Mayor… ¡Eh!… Es algo inesperado… Talvez los seres estelares lo han abducido para… para tener… para traer algo especial al congreso… -Las miradas de los asistentes le abrumaron. Tomando un poco del aire frío nocturno, concluyó-: Debemos esperar… Por el momento, continuemos con la sesión inaugural y… y estemos atentos a cualquier señal.


II
De pronto, César Alicantte sintió como si hubiese sido lanzado a los aires por una mano que le estrujó todo el cuerpo. No podía abrir los ojos, pues una luz excesivamente brillante le lastimaba. Comenzó a dar giros en el vacío, y no sabía qué dirección llevaba, si hacia arriba, hacia abajo, si a derecha o a izquierda. Sentía mucho calor y se le dificultaba respirar, hasta que el aire del todo faltó. La zozobra no le daba espacio para muchos pensamientos; sólo uno pudo procesar: que moriría. Tenía la sensación de un incipiente desmayo cuando terminó su viaje. Estaba de espaldas, acostado sobre pasto húmedo, totalmente desnudo, observado por una noche despejada con estrellas titilantes y una bellísima luna llena. Tomó todo el aire que pudo y se sentó. Hacía bastante frío, y la humedad del pasto le sugirió que quizás recién había llovido. Mirando a su alrededor, determinó que estaba en una especie de claro de un bosque. Los árboles de coníferas, alejados de él a unos treinta metros aproximados, se movían por una brisa suave y helada. No se veían más que algunos insectos revoloteando cerca, no notó el vuelo de ningún ave nocturna. ¿Dónde se hallaba? ¿Cómo había llagado allí? ¿Estaría pasando por alguna especie de alucinación, o es que ya no era capaz de distinguir la realidad de la mentira, como hacía con sus seguidores y sus grandes embustes? Cada pregunta le descargaba más angustia. El frío, única tela que le rozaba el cuerpo, le movió para, si acaso, querer levantarse y ver qué podía. Lo iba a hacer… pero no lo hizo, ellos no lo dejaron. A su espalda escuchó una frase, un grito más bien, en un idioma que no supo identificar: <<¡Aimonoia elemase, asisi!>>.
   De inmediato cinco hombres lo rodearon y le echaron un manto que, al tacto de su piel, se pegó a su cuerpo y le calentó en segundos. La tela le fue desconocida. Los hombres vestían trajes negros ajustados al cuerpo de una tela similar a la suya, con botas altas negras y brillantes. No vio sus rostros, pues cubrían sus cabezas con una especie de casco negro, redondo y liso, sin poderse distinguir cristal alguno en la cara. César los asimiló a bolas de billar. A la aparente orden de uno de ellos se puso en pie; allí fue cuando el manto terminó de adaptarse a su cuerpo de manera automática, quedándole un traje que terminó por taparle hasta los pies y los brazos hasta las muñecas. Los hombres le apuntaban con bastones de un metro de largo, muy simples, de color negro. El extremo con el que le señalaban poseía un aro de metal, dentro del cual se cruzaban ínfimos rayos rojos; zigzagueaban semejantes a los vistos en una tormenta eléctrica, y producían un levísimo zumbido.
   César quiso correr. Las piernas no lo dejaron y vociferó una maldición. Uno de los hombres le ordenó severo en claro español, luego de que dos de ellos se le pusieron al frente: <<¡Sígalos!>>. Otros dos se colocaron detrás, y el restante a su derecha. La custodia estaba lista e iniciaron la marcha. Llamó la atención de César que la voz de aquél la percibió como si el tipo no llevara casco alguno.
   Salieron del claro y se internaron en el bosque. Al salir, César Alicantte vio una oportunidad y salió corriendo. Tuvo tiempo nada más de hacer el arranque. El manto que le hacía de traje se puso rígido y le hizo caer. Las risas de los cinco no penetraron oídos coléricos sino aterrados. El que había venido a su derecha le tocó con el aro de su bastón, y uno de los rayos impactó en la superficie de la tela. Al instante recuperó la flexibilidad. César se incorporó, quedando de nuevo dentro del cerco. Aún bastante nervioso, tomó aire y preguntó:
-¿Adónde me llevan?
-Usted no hace preguntas, las responde-contestó el de su derecha, despectivo-. Por el momento suba.
   Talvez por su estado anímico, talvez por la incertidumbre que alimentaba su miedo, pero no lo había visto al salir del bosque. A escasos cinco metros se hallaba un enorme diamante negro, reluciendo ante la luz de la luna. “¿Un vehículo?”, se preguntó al ver abrirse un segmento del costado que les daba cara. Su instinto le azuzó para intentar un nuevo escape, pero su razón le aseguró que sería inútil. Entraron. Dentro, no había más que lo que vio por fuera, simple material diamantino. Todos se quedaron de pie mientras aquella portezuela se cerraba. César deseaba preguntar, escuchar respuestas. Se reprimió. Esperaba sentir movimientos del singular transporte. Nada. En su lugar, experimentó una exasperante quietud, y notó que el interior se iluminaba desde una fuente que no atinaba a encontrar, como si de las paredes mismas emanara la luz.
   Pasaron unos segundos, y el artefacto se volvió a abrir. Les recibió un pasillo. “En definitiva, esta cosa es un vehículo”, concluyó."

sábado, 12 de septiembre de 2015

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viernes, 11 de septiembre de 2015

LEVANTÁ LA CABEZA

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LEVANTÁ LA CABEZA

Si tuvieras que hacer una evaluación de tu vida, ponerle una nota o calificación, ¿cuál le pondrías? Tal vez sea buena, tal vez sea mala. Si es la primera ¡magnífico! Si es la segunda, entonces estas letras son para vos, y si sos del primer caso, te invito a quedarte, quizá te encontrés con algo que pueda serte útil hoy.
La sensación de fracaso es desesperante, mina las ganas de vivir, el deseo de levantarse cada día y elimina nuestra capacidad para tener ilusiones, sueños y metas. Tal vez sea esa tu situación. Una experiencia dolorosa, un fracaso personal, un error en la vida, un sufrimiento... Todos los que habitamos en este tercer planeta después del sol la hemos vivido en una o más ocaciones. Es algo propio de la existencia humana, es decir, tarde o temprano, por mano de otro o por nuestra propia mano-peor aún-la tendremos que encontrar de frente. ¿Con esa realidad estás cargando hoy?
Pues voy a decirte algo, algo que no he aprendido en libros motivacionales, sino en la vida misma: el verdadero fracaso no es la experiencia de fracaso, sino la actitud derrotista y autocompasiva que tomás ante el dolor y las pifias. Me dirás:"Pero Geovanny, ¿es que no te ha pasado lo que a mí, yo sufro mucho." Te contesto: si yo hubiera tenido la misma actitud que vos, hoy no estaría construyendo una vida cada día más plena, y hace varios años hubieran encontrado mi cuerpo colgando de un árbol. Hablo en serio, no miento. A partir de mi propia experiencia de vida te digo: sea cual sea tu situación de fracaso, sea cual sea el dolor y sufrimiento que tenés y vivís hoy, hay una decisión que debés tomar, y tomarla HOY, y es QUERER SEGUIR VIVIENDO. El fracaso y el dolor nos pueden hacer creer que la vida se terminó allí donde se nos cayó a pedazos, pero NO ES CIERTO. El derrotismo nos hace pegar los ojos al suelo o a nuestro ombligo. Mas eso sólo nos hace enterrarnos hondamente en el dolor. No fuiste hecho para el fracaso y la autocompasión. Naciste para tener la cabeza levantada, ver hacia delante y hacia arriba, y seguir construyéndote, a pesar de los desastres dejados por los accidentes existenciales. Levantá la cabeza, y con los despojos hacé una nueva vida. Yo lo estoy haciendo, y no soy mejor que vos ni un superdotado.
La decisión es tuya. Te invito a seguir mis palabras. El tiempo está hoy en tus manos. Reconstruir después del terremoto es pesado, pero es el ÚNICO CAMINO A SEGUIR. Luego de caer hasta el fondo, la única dirección que queda es hacia arriba-pues no somos topos-. ¡Ánimo! La vida te espera con mejores oportunidades y experiencias. Creeme, es verdad. Entonces, ¿qué vas a hacer hoy?

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"EL CLUB DEL LÁPIZ ROJO: EL INVERNADERO DE ROBERTO"
Con alegría anuncio la publicación de mi siguiente trabajo, un relato infantil para niños de entre 10 y 12 años, parte del ciclo de Velázquez.

Migguel, Mary y Adrián son tres niños escolares que entrarán a escondidas a la mansión de Roberto Palacios, un millonario misterioso de Velázquez, llamado por todos el vampiro de Velázquez, sobre todo por saber cómo mantenerse joven pese a los años que la gente mayor dice que tiene.
En el deseo de recuperar a Doménica, la cachorrita de Adrián, y que, según él, Roberto encontró vagando perdida en la noche, Migguel, Mary y Adrián entrarán al invernadero de Roberto, sitio, según sospechan, que oculta el secreto de Roberto Palacios y, quizás, a Doménica. Qué hallarán los niños ahí? Entrén con ellos y lo sabrán, aunque... entrarán bajo su propio riesgo, está claro?

"EL CLUB DEL LÁPIZ ROJO: EL INVERNADERO DE ROBERTO", una historia que capturará a los chicos desde el inicio hasta el final. GEOVANNY SOTO SOSA